Un caso clínico: T.

T. es quizás el caso con el que yo más me he implicado des de un punto de vista terapéutico hasta la fecha y en uno de los que más se ha hecho evidente la evolución y el cambio beneficioso propiciado por el Arteterapia. T., de 89 años, empezó el taller de Arteterapia reflejando la situación con la que se encontraba dentro de la residencia geriátrica, con un estado de acusado desánimo caracterizado por una gran reticencia y una falta enorme de ilusión y motivación. No tenía ganas de hacer nada, sólo de morirse como ella misma me transmitía en cada una de las sesiones. Si un día no tenía ganas de acudir al taller, los enfermeros casi siempre trataban de obligarla. Yo, en cambio, subía al salón a hablar con ella, charlábamos un rato y respetaba su decisión emplazándola hasta la sesión siguiente, esperando que hubiera más suerte la próxima vez.
Animada por lo que veía de sus compañeras de taller, poco a poco T. fue acudiendo al taller. Al sentarse me manifestaba su deseo de no hacer nada porque según ella “no sabía hacer nada” y “si mi hijo supiera que pinto, se reiría de mí”. De una manera muy sutil le iba facilitando yo los colores y rotuladores, en un juego de puro silencio y miradas. Así, poco a poco comenzó por agarrarlos con sus finos dedos y comenzaba a pintar cosas, abandonándose por completo. Con ayuda de sus compañeras que valoraban su trabajo y esfuerzo, T. fue poco a poco encontrando pequeños vínculos con sus conflictos interiores, relatando sus episodios más duros, la muerte de un hijo, el incidente que tuvo con una máquina de coser que le amputó un dedo. Durante una sesión reconoce que aprendió a leer y escribir por sí misma ya que la tuvieron que sacar del colegio y poner a trabajar con 7 años. Este hecho fue valorado muchísimo por sus compañeras, que desconocían el hecho.

Con el tiempo se instala T. en una especie de fase irónica, en la que se burla abiertamente de todo aquello que produce. Yo, lejos de sentirme ofendido, lo tomo como un pequeño avance para ella, pues ya no se encuentra enclaustrada en aquella primera fase de desgana y desmotivación inicial. Sale a relucir en su discurso la figura de su hijo, aquél que viene a visitarla cada semana a la residencia, con más fuerza que nunca. En los pocos momentos de ilusión y felicidad, esta figura inunda cada una de sus argumentaciones, es su único motivo de orgullo, y trabajamos a partir de aquello que significa él para T. En alguna de las sesiones se levanta y va a buscarme un regalo que le hizo su hijo, una foto suya, y repite esta acción durante varias sesiones, me trae siempre la misma foto dado que no se acuerda si ya me la había enseñado antes o no.

Durante las últimas sesiones iniciamos lo que será ya un ritual entre ella y yo. Yo llego a la residencia, preparo los materiales y el espacio de trabajo. Luego, voy al salón a ver cómo se encuentra T. hoy. Siempre la encuentro durmiendo en su silla, la despierto con dulzura, charlamos un poquito, ella me manifiesta como siempre su necesidad de morirse. Seguimos charlando, y acabo casi siempre por seducirla para que baje. Empieza a trabajar y se anima. Se va animando cada vez más con el paso del tiempo. Acaba por ponerse alegre, se ríe, hace gala de su gran ingenio e ironía, en ocasiones entona la nana que le cantaba a su hijo cuando era pequeño en voz alta, en ocasiones acaba por levantarse de la silla para bailar. Se siente muy orgullosa de lo que ha hecho. A la sesión siguiente, vuelta a empezar el ritual.

Los resultados del taller de creatividad conseguidos para con la actitud de T. fueron altamente beneficiosos, incluso los profesionales del centro me lo hacen saber. En cuanto a la evolución de sus obras, casi podríamos decir que dicha evolución corresponde a la evolución de un solo motivo, a saber, el de sus “ninots” –“muñecos”-. El motivo aparece des del primer día y aunque sus representaciones son casi idénticas en todas las sesiones podemos analizar su evolución personal a partir de la manera que tiene de dibujarlos y, sobretodo, de valorarlos. Y es que primeramente los dibuja sin ninguna motivación, luego pasa a burlarse de ellos porque no sabe ni quiere hacer otra cosa. Finalmente acaba por aceptarlos, valorarlos, los añade a otros motivos propios de la propuesta en sí, para contar historias y relatos optimistas de danzas y banquetes, incluso añadiéndolos como un símbolo de sí misma en propuestas grupales de un mismo soporte.
Rafa Ibáñez

La creatividad en el ser humano

La idea fundamental es que la creatividad, contrariamente a lo que pensamos, es innata en el ser humano. Dicha idea puede parecer a priori difícil de aceptar y es que, encontrándose la creatividad en todos nosotros, lo que sí es cierto es que ésta se encuentra reprimida, escondida, muy poco desarrollada. En este sentido, el AT favorece el florecimiento de la creatividad y favorece su desarrollo, como también un mayor contacto con uno mismo, con los propios sentimientos y emociones, un contacto casi inexistente hoy en día a causa de muchos motivos. La velocidad de la vida moderna es uno de esos motivos, no nos permitimos parar y reflexionar, elaborar y digerir adecuadamente lo que nos sucede a diario, aunque hablaremos sobretodo del miedo a lo estético.
¿Qué significa el miedo a lo estético? Pues no es ni más ni menos que la dificultad y los prejuicios de enfrentarnos a lo creativo, los prejuicios que tenemos en relación a la genialidad. Cuando hablamos de Arte, estamos acostumbrados a pensar que eso está exclusivamente dedicado a una serie de elegidos y eso es porque pensamos que lo que prima es el resultado final y no damos importancia al cómo nos hemos sentido durante el proceso. Damos excesiva importancia quizás al resultado estético y a su valor artístico.
En este sentido el Arte Contemporáneo ha desmitificado la figura del artista y la del resultado estético de la obra, democratizando el Arte y favoreciendo así el surgimiento del AT, sobretodo en cuanto a dos factores: primeramente, en cuanto a que da importancia al proceso de realización de la obra. En segundo lugar, el Arte Contemporáneo desmitifica la importancia primordial que había tenido hasta entonces la habilidad técnica del artista/pintor, la destreza, la habilidad, que ciertamente es algo que muy pocas personas tienen. Ya no es esencial saber pintar, se democratiza el Arte en cuanto que a partir de ese momento lo realmente importante empieza a ser el elemento expresivo del Arte y quién sabe expresar.
Hay que tener en cuenta que no sólo somos creativos cuando pintamos una obra cumbre o componemos una sinfonía imponente, es decir, no solamente es creativa la gente que hace cosas geniales. Al contrario de lo que podríamos pensar, toda persona posee creatividad, de hecho la utilizamos en nuestro día a día, sino no podríamos sobrevivir en el mundo. Cuando construimos frases al hablar, cuando salimos a bailar, cuando conquistamos y nos dejamos conquistar, incluso cuando salimos airosos de una discusión o cuando manipulamos al otro estamos siendo tremendamente creativos. Necesitamos de la creatividad para sobrevivir en el mundo y por eso nacemos con ella.
Es evidente que hay gente que posee una creatividad fuera de lo normal, que nacen para ello, que posee habilidades artísticas innatas y en consecuencia se dedica al Arte. Ahora bien, al igual que sucede en la esfera del deporte, ¿tendríamos que dejar de practicar deporte sólo porque sepamos que no vamos a participar en ninguna Olimpiada? El no ser un fuera de serie no significa que todos podamos disfrutar del deporte y que éste sea tremendamente beneficioso a nuestro cuerpo y mente.
Por eso, cuando estrangulamos nuestra creatividad, estamos estrangulándonos a nosotros mismos en cuanto que reprimimos muchísimas cosas. El AT se basa en la premisa de la universalidad de la creatividad y ayuda precisamente a liberar muchísimos conflictos que se han quedado atrapados en el interior a causa de nuestro deshabituamiento creativo, entre otras cosas.
Rafa Ibáñez

El Arteterapia en mi camino

Es evidente que el Arte por sí mismo no cura una enfermedad, pero sí está ampliamente probado que ha ayudado a muchas mentes, patológicas o no, a sublimar sus conflictos interiores, inconscientes, y por tanto a sobrellevar mejor sus cargas. Gran parte de la población confunde el Arte con la enfermedad, se dice con bastante asiduidad que “los pintores están todos locos” o que “los músicos son todos unos chalados”. Observemos el caso de Van Gogh, por ejemplo, el hombre que llegó incluso a cortarse una oreja, eso todo el mundo lo sabe. Lo que no se suele contemplar es que, probablemente si Van Gogh no hubiera pintado, si no hubiera podido simbolizar todos sus conflictos, muy probablemente su mente habría padecido todavía mucho más de lo que ya padeció. Lo mismo podríamos decir de Salvador Dalí, la pintura no provocó la locura en él –una locura muchas veces fingida, por otra parte-, sino que le sirvió para sublimar todos sus delirios y por tanto para no dejarle caer en la sinrazón que le provocaba semejante nivel de creatividad desbordante.
A mí también todo esto me costó mucho de entender. Yo me licencié en historia del arte, soy también un pintor aficionado y en mi caso, en un primer momento sentía que el Arte no hacía sino prolongar un sentimiento profundamente narcisista y antisocial, el cual se auto-alimentaba con el tiempo. Mucho después, sin embargo, he llegado realmente a entender que la pintura no me estaba volviendo loco, sino que en realidad me permitía sobrellevar mis preocupaciones y a entender ciertas cosas de mí mismo, precisamente no dejándome caer en la locura.
Fue el psicólogo Xavier Conesa, de Mollet, quien supo ver mis características y me encaminó hacia el AT. ¿Qué supuso para mí el AT? El AT supuso para mí una respuesta largamente esperada, primeramente porque yo buscaba ya des de hace tiempo una manera de poder ofrecer un servicio a través del arte -había sido guía de gran infinidad de museos e instituciones culturales- y aunar así mis dos grandes pasiones, por una parte mi vocación para con los demás y por otra mi amor incontestable por el arte. En segundo lugar, respuesta porque ha respondido a aquello a lo cual había tardado años en darme cuenta, a saber, que si bien el Arte ya es beneficioso por sí mismo, si se utiliza de una manera adecuada puede llegar a ser realmente terapéutico. Y esto sólo se conseguirá con la ayuda de un arteterapeuta debidamente formado.
Rafa Ibáñez

Rafa Ibáñez

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