¡Menuda suerte la de aquella noche! Y es que, cuando la directora del Museu Abelló, Pepa Ventura, sugirió que podrí
amos organizar esta pequeña conferencia en el espacio más íntimo y más acogedor de todo el edificio, no podía creerlo. Personalmente, siempre he estado enamorado de este rinconcito el cual normalmente se encuentra reservado para el pase de un audiovisual acerca de la vida y la obra del pintor Joan Abelló. La pequeña salita, habilitada a la manera de un atelier de pintor, sirvió esta vez como lugar en el que poder compartir dos o tres conceptos acerca de la revolución pictórica llevada a cabo por el grupo de los impresionistas.
Y para poder compartir estos conceptos, ¡dónde mejor, me pregunté, que en el estudio de un pintor!
De repente un gran puñado de amigos y amigas se vió rodeado por varios utensilios de artista, caballetes, telas a medio pintar, objetos recopilados durante largos viajes. En el centro, un proyector comenzaba reflejando imágenes de cuadros de Manet, Monet, Renoir, Pissarro y los demás sobre un enorme lienzo inmaculado.
Todo contribuyó a que resultara, desde mi punto de vista, una velada encantadora. Como epílogo y gran broche de oro para semejante noche, justo después de dar por acabada la charla, y tal y como hubiera hecho el buen pintor impresionista, procedimos a salir del taller para entrar en contacto con la naturaleza, subiendo a la terraza del museo donde, además de esperarnos el frescor de una noche clara, nos estaba esperando también un pica-pica y cava del bueno. Gracias a todos los asistentes por acompañarme en este viaje apasionante...
Rafa Ibáñez
