Hay algo de especial en las sesiones de arteterapia de AFEMCE; como si Rafael Ibáñez, arteterapeuta, y sus pacientes convirtieran el aula en un "espacio de confianza" y lo hicieran suyo para expresarse con libertad. Y es que es difícil resistirse a la fascinación de su labor, que llega a las personas con enfermedad mental a través de la expresión artística y, sobre todo, el apoyo psicoemocional.
Para este joven barcelonés afincado en Cieza -que compagina este taller con su gabinete- "nuestra intención es mejorar la calidad de vida de los usuarios de AFEMCE. Las sesiones son divertidas para ellos puesto que no son una psicoterapia normal, pero en el fondo, sin darse cuenta, salen muchas cosas". Será porque pintar no resulta especialmente dificultoso, que apenas si con un lapicero y un folio en blanco, incluso menos, puede bastar.
Un simple tema, explica Ibáñez, puede ser el germen sobre el que los pacientes se apoyan para cada creación. "No se trata de hacer algo bonito sino de expresar algo inconsciente. Por eso tenemos que romper la barrera del prejuicio estético. Observo que hay personas que tienen una resistencia brutal hacia la pintura. No solo refleja su estado anímico sino que proyecta sus símbolos personales". Efectivamente, lo importante es la creación espontánea sin importar el grado de pericia plástica.
El grupo que asiste a este taller no cree en milagros, sino en la gente que le hace la enfermedad más llevadera. Miguel, a sus 21 años, asegura que "ahora puedo mantener una conversación con mi padre. Antes, por mis circunstancias, era imposible". A María José, de 19 años, la terapia artística le agrada porque le retrotrae a su infancia. Luis, de 38 años, resalta del taller su capacidad socializadora.
El taller de arteterapia tiene actualmente tres turnos (miércoles, jueves y viernes en horario de