Un caso clínico: E.

El caso que hoy presento es un caso muy especial. Se trata de un trabajo procedente de un taller de arteterapia realizado en una asociación de la provincia de Barcelona, concretamente el caso de E., una mujer de 65 años que padece fibromialgia y síndrome de fatiga crónica. Su evolución dentro de la terapia, y que se presenta a continuación, corresponde a un período de cuatro meses aproximadamente. Los detalles que este relato contiene, se muestran con el total consentimiento de su protagonista y hacedora pero las imágenes del proceso se han omitido por el bien de la confidencialidad que debe conservar el ejercicio de la profesión. Ésta es, pues, su historia...
E. empieza mostrándose de una manera muy entusiasta y activa. Durante los primeros turnos de palabra me manifiesta que se encuentra muy contenta y satisfecha con la terapia, sobretodo cuando trabaja plásticamente. Siempre es la primera en empezar a trabajar, disfruta con el contacto con los materiales artísticos, especialmente con la pintura a la que adora, y siempre es la última en acabar. Hace gala E. también en un primer momento de un cumplimiento evidentísimo y de una obediencia ciega de todas las reglas impuestas en el encuadre del taller de arteterapia, las cuales ella misma se encarga de que todas las demás compañeras cumplan a rajatabla. Si alguien rompe en algún momento puntual el encuadre, ella es la encargada de protegerlo y de reñir a quien ha roto con esa imposición. Adopta el rol un poco de la mamá del grupo, protege al grupo y mantiene intacta la moral de todas.

Esta actitud a mí me inquieta, pienso que debe haber algo más detrás de este comportamiento sobradamente obediente. Curiosamente y durante los primeros turnos de palabra, E. es la primera que sin darse cuenta rompe con el respeto y la escucha a los demás. Mientras alguien está hablando, ella no sólo no atiende sino que suele dificultar la escucha también a las demás. Durante las sesiones dedicadas a una obra grupal, E. se aparta de las demás, trabaja por su cuenta sin tener en cuenta la mentalidad grupal. Esto me parece una contradicción con su actitud protectora del grupo y del encuadre grupal. Para tratar de explicarlo, ella misma se encarga de subrayar siempre que su carácter es muy independiente, que siempre le ha molestado sentir que los demás tratan de imponerle algo, que necesita su espacio, su paz.

En la sesión 1 y como símbolo de sí misma, E. dibuja una luna llena de misterio, misterio que ella misma no es capaz de explicar con claridad, lo cual ya me indica por dónde van a ir los tiros. A partir de la sesión 2 representa la montaña en la que nació, motivo que no abandonará nunca ya hasta el final, y que significa para ella el misterio en sí mismo. Yo le voy preguntando qué puede haber detrás de su montaña…

Durante la sesión 3 aparece la primera alusión a la familia, en concreto a sus hermanos, los cuales le dan serenidad y fuerza para seguir adelante. En la sesión 5 vuelven a ser éstos mencionados, junto con sus padres. En su caso, esta sesión significa la ruptura de su actitud inicial de satisfacción y muestra por primera vez sus debilidades. Aparece la relación problemática que existe con uno de sus hermanos, la cual representa para ella un conflicto bastante importante. Mediante la plastilina, da forma a varias islas, en las que se encuentran aisladas unas de otras las familias de sus hermanos y en otra isla, ella misma con sus padres. En medio de la composición sitúa a su montaña querida, que da unidad a todos. Durante el tiempo de palabra grupal sus compañeras ponen de manifiesto una sensación de separación entre las diferentes islas, una sensación como de familia rota. Ella responde que la única separación existente es entre ella y su hermano pero, al comprobar con sus propios ojos que efectivamente de su obra se puede fácilmente desprender una apariencia de separación, se agacha y tiende unos puentes simbólicos entre las diferentes islas.

En la sesión 6 vuelve a representar a su montaña en una obra grupal, nuevamente aislada de la mentalidad grupal, y por primera vez la relaciona directamente con su familia, resolviendo así quizás mínimamente el misterio. Por primera vez aparece la figura de su padre y explica un hecho que jamás antes había contado a nadie, ni siquiera a su familia ni a ningún psicólogo: su padre intentó venderla a una vecina siendo ella muy pequeña.

Fruto de la dureza acontecida, la sesión 7 pone de manifiesto el momento más difícil y resistencial de las participantes, también de E., la cual se muestra especialmente irrespetuosa durante el trabajo plástico y durante el momento de palabra grupal, interrumpe a cada momento boicoteando cualquier posibilidad de equilibrio. Bajo la premisa de pensar en algo valioso y de construir algo que cobije a ese algo valioso, E. elije construir una casa con una caja de cartón que aludía a una de madera que curiosamente le ayudó a construir su padre durante su infancia. Aquella, dice E. era de color verde pero la que ha hecho la ha dejado en blanco y posee un evidente carácter fantasmal.

A la semana siguiente E. enferma considerablemente y no puede asistir a la sesión que debería haber tenido lugar. Su situación arrastra a las demás participantes y nadie acude, hecho que demuestra que E. es un poco el alma mater del grupo. Su momento de enfermedad coincide curiosamente con su dificultad por asimilar y digerir su conflicto más profundo, el cual aún no puede E. hacer consciente. Vuelven todas de nuevo a la sesión 8 con energías renovadas y curiosamente E. recupera su casa de cartón para elaborar su collage en una de sus paredes. Las imágenes elegidas, hombres caricaturescamente viciosos que beben, que juegan. Al realizar la retrospectiva final durante la sesión 14 y al contemplar de nuevo estas obras, E. me anuncia que durante esa misma semana se ha dado cuenta de algo importante: su collage de la octava sesión aludía explícitamente a los vicios que tenía su padre. Al darse cuenta de esto, había roto su caja, una caja que por otro lado había guardado cuidadosamente durante todas las semanas. La conclusión del proceso se produce en ella de manera plena, con la asimilación consciente de este conflicto interno.

Como a sus compañeras, a E. le cuesta abandonarse a la propuesta de la sesión 9, le cuesta mucho construir algo nuevo después de todo lo que ha acontecido. Finalmente dice que ha empezado a construir un colegio para poder volver a su infancia, donde asegura no había maldad alguna. Durante la sesión 10 permite que se fusione su colegio con las demás propuestas de sus compañeras y a partir de este hecho surge la toma de conciencia de incomunicación grupal. E. ha tapiado cuidadosamente el espacio de su colegio, le ha puesto unas fronteras clarísimas, al igual que las obras de las demás. Estas vallas simbólicas son las vallas de su propia incomunicación y a E. le sirve para darse cuenta también de la suya individual.

En la sesión 11, la sesión de trabajo con troncos, E. dice que el suyo le ha llamado a pintarlo de colorines, a darle vida y fuerza. Vuelve a aparecer en él el motivo de su luna y analizamos la diferencia que existe con su luna del principio. Ya no es una luna triste, misteriosa, el misterio ha desaparecido, hecho que evidencia en una sola imagen su cambio. En la sesión 12 E. elabora un jardín paradisíaco para sus compañeras de taller en el cual poder descansar, lleno de vida y esperanza. Hay en él tres lagos que representan según ella la salud, la fuerza y la voluntad, deseos para el grupo.
E. siente mucho el cierre y final del proceso terapéutico, y se acaba emocionando. Erige un monolito de homenaje a todas ellas y a mí mismo durante la sesión 13. Dice que es un homenaje a todo aquello que ha nacido en el seno del taller, una amistad muy especial con sus compañeras y todo aquello que ha aprendido de sí misma.
Rafa Ibáñez

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